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martes, 15 de abril de 2014

El Ocho

La táctica consiste en saber qué hacer cuando hay algo que hacer; la estrategia, en saber qué hacer cuando no hay nada que hacer.
Savielly Tartakover.

Tras varios años de lectura he llegado a descubrir patrones claros en mis gustos por los libros. Pautas indudables y sencillas, me atrevería a decir. Tengo más que comprobado que un libro cuyos personajes femeninos portan un carácter recio e indisoluble combinado con una visible inteligencia, me atraen especialmente y rara vez terminan por defraudarme. Si encima estos personajes están ubicados en una época en la que obviamente desentonaban y eran unas adelantadas a su tiempo, más aún. Alguno podría tildarlo de feminismo, yo me oriento más a llamarlo idealismo. Me identifico, o más bien es cuestión de deseo identificador de reflexión, en esas mismas mujeres que sin dejar de poseer una gran capacidad de sentir, pueden con todo y no se dejan amedrentar por el mundo. 

También algo que me cautiva, muy ligado a lo anterior, es la capacidad para forjarse un carácter dentro del mismo libro y ver la evolución de un personaje en el transcurso de la novela como si de la vida misma se tratase.  

Después de esta introducción, sobra decir que "El Ocho" de Katherine Neville cumple con este patrón y que tenía todas las papeletas para ser una novela que entrara en elenco de las que me gustan. Y... así fue. Su personaje principal Catherine es una mujer inteligente y decidida (informática para más Inri) que ha conseguido un puesto de fuerza en su empresa y que tiene que lidiar con los problemas que esto genera en algunos hombres que no están muy felices con su posición. Debido a una discusión promovida justamente por esta situación, es asignada a un proyecto en Argel (en un intento claro de mandarla allá donde Cristo perdió el mechero para perderla de vista).

En una historia paralela, con casi 200 años de diferencia, tenemos a Mireille y Valentine, dos primas novicias de la abadía de Montglane encargadas de esconder las piezas de un ajedrez legendario que perteneció a Carlomagno, por los confines más dispares del mundo con el ánimo de protegerlas de quienes pudieran utilizar mal su poder ilimitado.

En lo que iba a ser un viaje de trabajo, Catherine se convierte en la encargada de conseguir las piezas de este antiguo ajedrez llevándonos así por un camino de asesinos, misterios y masones en insospechadas partidas de ajedrez jugadas en plena calle y en una trepidante historia de poder, secretos, pasiones indebidas y lealtades complejas.

Toda la novela está curiosamente narrada como si de una verdadera partida de ajedrez se tratase. Se van poco a poco definiendo las diferentes piezas, cuyos roles son representados por verdaderas personas y que al igual que en el mítico juego cumplen con su papel a rajatabla. Los peones pueden ser sacrificados para proteger a su rey y más de uno intenta conseguir un jaque mate para terminar la partida.

Como ya he dicho el carisma del personaje de Catherine y también el de las valerosas Mireille y Valentine me engancharon desde el principio a esta historia, que si bien es verdad que tiene trozos un tanto historiados que me hicieron dispersarme en algún momento, por lo general está muy bien hilada y me gustó mucho. Para ser fiel a la verdad he de apuntillar, que con el final me pasó lo que con tantos otros libros. Un final demasiado rápido y sencillo, para una obra tan bien encauzada. ¡Este libro daba para mucho más señora Neville!

La recomiendo sin duda y más aún para aquellos que les gusté el juego del ajedrez, puesto que yo, sin tener ni idea de como se juega, estoy segura que le habría sacado más jugo al libro conociendo algunas de las jugadas maestras ;)




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